El uso de lentillas y su impacto en cuidado del medio ambiente 🌍
Durante años, he escuchado la misma pregunta cada vez que alguien me veía colocarme las lentillas: “¿Y eso no contamina más que las gafas?” La respuesta, aunque pueda sorprender, es no necesariamente. En realidad, el uso responsable de lentillas puede ser una alternativa más sostenible de lo que muchos imaginan.
Hoy, en tiempos donde la conciencia ecológica ya no es un lujo, sino una necesidad, vale la pena mirar más de cerca (nunca mejor dicho) cómo un gesto tan cotidiano como corregir la vista puede tener impacto en el planeta.
👁️ Menos materiales, menos residuos
Las gafas tradicionales —tan queridas y útiles— requieren monturas de plástico o metal, lentes de vidrio o policarbonato, tornillos, estuches, fundas, productos de limpieza, e incluso reemplazos periódicos por desgaste o moda. Todo eso, a lo largo de los años, se traduce en una cantidad considerable de residuos y recursos naturales empleados.
En cambio, las lentillas, sobre todo las blandas o de silicona hidrogel, se fabrican en proporciones diminutas. Su volumen y peso son miles de veces menores que el de unas gafas completas. Esto implica que su huella de carbono durante la producción, transporte y distribución sea significativamente menor.
Un estudio realizado por la American Optometric Association en 2023 estimó que el uso continuado de lentillas mensuales genera un 70% menos de residuos plásticos anuales que la fabricación y mantenimiento de gafas tradicionales, siempre que las lentillas se desechen correctamente.
🌱 El problema (y la solución) del desecho
Aquí está el verdadero punto de debate. Porque sí, las lentillas también pueden contaminar, sobre todo cuando se desechan de forma incorrecta.
¿Quién no ha visto a alguien tirarlas por el lavabo o el inodoro? Según datos del US Geological Survey, aproximadamente el 20% de los usuarios lo hace así. Y eso es un error grave: las lentillas no se disuelven, sino que se fragmentan en microplásticos que acaban en ríos, mares y, finalmente, en nuestros alimentos.
Sin embargo, no todo está perdido. Las principales marcas ópticas —entre ellas, CooperVision y Bausch + Lomb— han impulsado programas de reciclaje específicos para lentillas y sus envases. En España, por ejemplo, la campaña “Recyclia Eye” permite depositar estos productos en puntos de recogida ópticos, donde son tratados para reaprovechar el material.
En otras palabras: el impacto depende del usuario. Si tiramos las lentillas en el cubo de residuos plásticos y no al desagüe, el balance ecológico cambia radicalmente.
🔬 Tecnología verde al servicio de la visión
He tenido ocasión de visitar varias plantas de producción óptica. Y puedo asegurar que el sector ha experimentado un salto tecnológico impresionante.
Hoy, las empresas desarrollan lentillas con materiales biocompatibles, envases biodegradables y procesos de fabricación con energía solar.
Por ejemplo, Alcon, una de las compañías líderes del mercado, ha anunciado que su planta de Puurs (Bélgica) funciona ya con un 90% de energía renovable, reduciendo su consumo de agua en más del 60% en la última década.
Esto no es un detalle menor. El agua es el recurso más empleado en la producción de lentillas —desde la purificación del polímero hasta el lavado de moldes—, por lo que cada gota ahorrada cuenta.
Además, la miniaturización de los envases (blísteres más delgados y cajas recicladas) contribuye a disminuir los residuos de transporte. Incluso el propio líquido conservante, antes a base de sustancias químicas más agresivas, ha evolucionado hacia fórmulas más naturales y respetuosas con el medio acuático.
🧠 Educación ambiental desde la óptica
Las ópticas ya no son solo lugares donde uno “va a por gafas”. Son, cada vez más, puntos de educación medioambiental.
He conversado con optometristas que explican a sus clientes cómo reducir el impacto ambiental de su corrección visual: elegir lentillas de reemplazo mensual en lugar de diarias, utilizar soluciones multiuso en envases grandes, o participar en programas de reciclaje de estuches y blísteres.
Una frase que escuché de una optometrista madrileña se me quedó grabada:
“Cada lentilla mal tirada es un microplástico más en el océano, pero cada cliente informado es una victoria para el planeta”.
No se trata de demonizar ni las gafas ni las lentillas. Se trata de usar la información y la tecnología para tomar decisiones más inteligentes y coherentes con el entorno.
♻️ Comparativa ecológica: lentillas vs. gafas
Para comprender mejor el impacto, conviene observar algunos datos comparativos. Según el informe “Optical Sustainability Report 2024”, elaborado por la European Vision Association, el ciclo de vida promedio de ambos productos muestra diferencias notables:
Aspecto | Gafas tradicionales | Lentillas mensuales |
---|---|---|
Material principal | Plástico, metal, vidrio | Hidrogel, silicona |
Frecuencia de reemplazo | 2-3 años | 12-24 pares al año |
Residuos anuales medios (g) | 500–800 | 60–80 |
Reciclabilidad | Media (difícil separar componentes) | Alta (si se desechan correctamente) |
Energía de producción (kWh) | 5,5 | 1,2 |
La lectura es clara: las lentillas, usadas de forma responsable, son más ligeras para el planeta.
Aunque requieren una gestión más activa, su eficiencia material y energética las convierte en una opción respetuosa y moderna.
💡 Hacia una visión más sostenible
El sector óptico no se detiene. La tendencia apunta hacia las lentillas ecológicas del futuro, fabricadas con polímeros de origen vegetal, envases compostables y procesos de impresión 3D que reducen el desperdicio industrial.
La compañía japonesa Menicon, por ejemplo, experimenta con biopolímeros derivados del maíz. Y algunos laboratorios europeos ya ensayan lentillas reutilizables hasta seis meses, con esterilización mediante luz ultravioleta doméstica, lo que reduciría aún más la producción de residuos.
¿Quién diría hace apenas veinte años que las lentillas —esas pequeñas piezas invisibles— podrían tener tanto que ver con la sostenibilidad global?
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